sábado, 11 de marzo de 2017

Una advertencia tardía

Tus labios se balancearon con la crepuscular intención de estremecerme en un beso, pero mi pecho,  herido de sinsabores se replegó en la defensa. La complicidad del silencio una vez más se cobró las razones y dejaron de importar otras pasiones, sin cariño siquiera de consuelo para los corazones hastiados de ausencias que siguen naufragando perdidos por el mar de los sueños.

Rehusar el encuentro y sentenciar la potencial comunión es como un mero mecanismo de adaptación defensiva contra la vulnerabilidad de seguir cayendo en sucesivas historias que pretendiendo justificarse en el infortunio de la soledad se terminan diluyendo en la nada disfrazada de compañía.

Esperar por un amor que lo trastoque todo termina siendo una advertencia tardía sobre el desamor que una vez más nos sacudirá al espanto.

Queriendo evitar la angustia de esta apatía; que amenaza ilusiones construidas bajo el imperio de un prototipo que solo existe en mi juicio, particularmente adiestrado para las utopías; sobrevivo al insomnio, celebro las despedidas y sigo con la inquietud de ir andando con la ternura desvencijada por la vida.