Mi corazón no encuentra una manera
más fluida de expresar su sentir, que a través de las letras…
Duele, sangra, se reanima y vuelve al
ruedo; bombea en todas y cada una de las frecuencias, renegado de impotencia se
retuerce frente a tanta violencia social desmedida. Violencia que partiendo de
las lenguas más filosas y quizás menos encumbradas, se erige gritando a viva
voz “CON MIS HIJOS NO TE METAS”, entre tantas otras maldiciones que tapando el
egoísmo y la hipocresía aparentan el mejor de los status.
CON MIS HIJOS TAMPOCO TE METAS! grita la tierra…
-yo tengo hijos negros, chinos, gays,
indios, bolitas, perucas, travestis, narigones, discapacitados, millennials, enanos, dementes, cartoneros, canas, artistas,
vagabundos, de derecha, de izquierda, humanistas, ecologistas, investigadores,
católicos, evangelistas, umbandistas y
ateos; blanquitos de ojos azules,
villeritos con los mocos colgando, modelitos de pasarela y gordas con
calza; hogares en donde se huele a sushi con la flauta mágica de Mozart y otros
de los que sólo sale humo con el agite de los pibes chorros… y un sinfín de
hijos más; además de los desaparecidos, los abandonados, los adoptados, los
abusados, los malvivientes y los muertos.
Y absolutamente todos compartimos el
mismo cielo en esta tierra; somos bastante más que K o M, compartimos también
el desgarro de aguantarnos a poderosos que en nombre del bien común que nos
debieran prodigar, cometen a diario injusticias que nos degradan, matándonos a todo nivel: corrupción,
discriminación, indiferencia, faltas de todo tipo, negligencia, ausencia; y eso
también es violencia que engendra y contagia más violencia; eso también atenta contra todos los hijos de
la tierra; porque los designios del destino no distinguen de clases sociales y sucede
que en cualquier momento y por cualquier misteriosa causa, podemos terminar
estando en las manos de esos mismos hijos ajenos que tanto despreciamos.
Enseñemos a nuestros padres, hijos,
hermanos, parejas, vecinos y quien necesite saberlo, a convivir sana y
respetuosamente con las diferencias; a no marginarnos más de lo que ya cada uno
por propios complejos se autodiscrimina.
Ser respetuoso con quien es distint@,
no te obliga a pensar o sentir como él o ella, ni siquiera a festejar sus
elecciones de vida, simplemente te eleva a la calidad de ser buena persona. Ver
una película es distinto a vivir una historia; no está bueno andar tan ligero
de lengua, cuando ni siquiera intentamos probarnos los zapatos del otro.
No temas contagiarte con las mismas
variedades que tan caprichosamente menosprecias; no hay nada más contagioso que
la violencia y a esa por lo visto no le temes para nada… Los hermanos sean unidos!