sábado, 11 de septiembre de 2021

Tribulación

 


Nos falta una risa y nos sobran mil lágrimas,

Esa que nos dejó una de las butacas vacía del alma.

Esa misma que nunca se cansó de acurrucarnos

Cuando el frío del dolor helaba.

 

Nos falta una torta y nos sobran cumpleaños,

revoluciones en que nos festejabas

seguir hilando en cada aniversario

todo el amor que cabe en las juntadas.

 

Consentidora de antojos y caprichos

Anfitriona perfeccionista y desvelada

De seguro no te alcanza la imaginación

Para fantasear lo infinito que nos faltas,

Lo grandiosa que ha sido tu existencia,

Para estas mujeres de tu alma,

Las que hoy te seguimos buscando

en los lienzos y acuarelas de nostalgia

donde tu nombre nos seguirá sabiendo a hierba

y tus recuerdos nos volverán al alba.


viernes, 10 de septiembre de 2021

De León

 


Logras emocionarme como nadie en esta vida,

con sentimiento que brota y viene casi del mar.

Me regocijas el alma volviéndome agradecida,

De ser tu feliz abuela y poderte disfrutar.

 

Enciendes las luciérnagas que habitan mi soledad

Las multiplicas con sonrisas de tu hoyuelo de cristal

Tus abrazos tan profundos me colman de felicidad

Y transforman nuestro vínculo en este amor sin igual.

 

Ojalá que siempre guardes esas ganas de cantar

Las parodias de tu Messi muchas veces sin parar

La pasión por la pelota que heredaste de papá

Y el cobijo familiero que aprendiste de mamá.

 

Niño hermoso, sol naciente, con mirada angelical

Libertario, independiente y travieso por demás.

El más peque de los peques, mi hombrecito especial

Al que quiero con el alma, al infinito y más allá.


domingo, 15 de agosto de 2021

Transfiguración

 

Desde la casi marginalidad, con muchos tumbos y agachadas  hasta la  buena madera que hoy porta, todo fue burdo, intenso, inesperado pero buscado a la vez por esa testarudez propia de la heroína que todo lo puede, entonando desafinada “Eva no quiere, ser para Adán, la paridora pagada con pan, Eva prefiere también parir, pero después escoger donde ir…”

Tan confusa como contrariada, se debatía entre la rebeldía y la revolución, la paz y el rock and roll; vagabundeaba la rutina  flirteando con el límite más oscuro del alma humana, con los placeres y los excesos más destructivos de la especie. Morando los  lúgubres rincones  de prójimos desprovistos de cuánto código moral existiese en ese tiempo y espacio; acompañando con ese sentimiento exageradamente comprensivo que la  atrapaba en la telaraña mugrienta y maloliente de la miseria y la ignorancia.

Calendarios desgajados cargando desamor, resentimiento y amargura, sobrevivieron a las tinieblas de la juventud, forjando la resiliencia que desde cada arruga le devuelven la belleza de la que creía haber sido abandonada por la genética durante la mayor parte de su vida.

No sé muy bien si el propósito divino, el karma o que misterio universal metamorfosea la vida de las personas, arrancando las cascaras y las máscaras que las protegen del sufrimiento que ellas mismas se infringen,  justificando quien sabe qué cosa, purificando sobrados pecados que el entorno siempre adjudica como sana costumbre del recetario del deber ser; terminaron después de incontables e increíbles depuraciones,  empujándola a descubrirse perla, diamante, algunas pocas veces se sorprendió siendo imitación, pero nunca más se volvió a sentir una baratija.

Solo quien se mantuvo preso de sus canalladas y descubrió el atajo en el que encontró el sentido de su vida puede concebir un mundo como el que todos soñamos; cuando algo sacude la conciencia hasta despertarla, nos transformamos en los primeros actores en ejemplificar con nuestras improvisaciones cotidianas la luminosidad de la que también estamos hechos.

Bendito sea el cambio nuestro de cada día, de cada instante, de cada aliento; ese que nos vivifica en la incierta aventura que nos propone el devenir.

“Eva no quiere, ser para Adán, la paridora pagada con pan, Eva prefiere también parir, pero después escoger donde ir…”  Silvio Rodríguez


jueves, 12 de agosto de 2021

Historia del beso

Los ojos se descubren en la nochecita acalorada ribereña y entre disimulados parpadeos que guiñaban sudor; se instalaron en la órbita genuina del deseo, para quedarse fijados en la retina caprichosa del destino.

Otra noche más bebiendo el néctar lujurioso de la bachata, permitiéndole a la piel la reincidente, crónica y pervertida provocación de la caricia.

El alma gorgojea el éxtasis de suponer la llegada del bendito amor, que no acaba de ingresar a su circulación; se asoma, lo intenta con tanto énfasis, que lo termina asfixiando y otra vez más huye despavorido.

El desenfreno en la seducción embiste a la respiración profunda capaz de embrujar al más racionalista de los pensadores.

El encanto te hace ver una película que solo se muestra en el lenguaje iracundo de los cuerpos.

Y el beso se demora potencialmente en cada roce, el estímulo crece, la intensidad de la respuesta también.

Como las apariencias siempre engañan, ese beso que se presagiaba enamorado, se derrite en una estela de saliva por la mejilla, por la frente, por los ojos, menos por la boca, que ansiosamente y con la lengua agazapada sigue clamando por él.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Premio en el día Intl. de La Paz

Feliz e infinitamente agradecida de recibir otro premio en y por el festejo del día internacional de la Paz 🥰 Gracias Dios!  Gracias UPAF Argentina!       

                                      














Sería perfecto...  

Si todas las almas

unieran sus  vibras

en un solo gesto

de civilidad.

Qué bueno sería

ser más solidarios,

latinos, hermanos,

conciencia social.


Si algunos podemos

y tú también puedes;

proyecta el futuro

tu tiempo es el hoy;

despiértate y corre,

construyendo espacios,

forjando motivos

desde el corazón.


A veces de un lado,

a veces de otro,

silueta imperfecta

a imagen de Dios;

no tiene importancia

ni raza, ni credo

si en definitiva

nos une el amor.


Te invito a sumarte,

este es mi camino;

pensado, sentido,

claro como el sol.

Con el compromiso

de entregar el alma

todas las mañanas

y en cada razón.








martes, 8 de septiembre de 2020

No alcanzan las buenas intenciones

 

La visión que tenemos las mujeres de la vida social y política de un país; es sin lugar a dudas más contenedora y profunda que la de muchísimos hombres (y no digo de la casi totalidad para que no me crean feminista o exagerada); pero salvando las contadas excepciones, somos dadoras de luz a todo nivel,  expertas administradoras de recursos (económicos / psicológicos / espirituales);  velamos en dirección al accionar constante en pos del desarrollo personal e integral de cada miembro de nuestra  familia. Y como también detrás de cada gran hombre siempre hay una gran mujer, ahí estamos, acompañando e impulsando  sus logros con incansable ahínco.

Portadoras de esa particular mirada protectora que hacemos extensiva a los amigos, a los vecinos y al pueblo cuando la sensibilidad nos paraliza de impotencia frente a hechos totalmente evitables, que la  desidia nuestra de cada día materializa por error u omisión. Y no me resto ni pretexto ingenuidad frente a la gravedad que implica la complicidad; porque estar mirando o viviendo hechos de corrupción e  injusticias de alguna índole sin denunciar, callando (por el motivo que sea), nos despoja de esa humanidad mínima y necesaria para vivir en un país como el que soñamos.

Pretendemos que todo marche como debiera pero no dedicamos una hora de tiempo para redactar una denuncia, hacer efectivo un reclamo o ponerle la firma a una queja. Exigimos sin involucrarnos, sin comprometernos; perdiendo de vista la noción de prójimo, en un enfoque existencial por demás Narcisista. Sesgada percepción la del ombligo, que no comprende que la corrupción no es K o M, Z o del color político que quieras; la corrupción es social, parte de una sociedad que ha perdido los valores y se ve seriamente afectada de dicho mal. Corrupto es el policía, juez o funcionario que coimea, acepta dádivas o cambia favores no lícitos; corrupto también es quién pide que se le acepte esa coima o el que obsequia la dádiva, el comerciante que te roba con los precios para cubrirse de futuras tempestades inflacionarias o los que aprovechándose de la desesperación ajena se convierten en explotadores laborales; o cuando te llevas a tu casa el papel o los bolígrafos o lo que puedas de tu trabajo; o cuando vas a trabajar y  te ausentas simplemente porque te da la gana o porque te pagan poco; porque precisamente a este punto hemos llegado pensando que robarnos una migaja no es nada (dependiendo del cristal con el que se la mire, para algunos puede significar un vuelto y para otros un verdadero tesoro). 

Cuantificamos el delito, entonces para merecer castigo hay que delinquir a lo grande, con bombos y platillos; porque total todos roban; porque total entran por una puerta y salen por otra, porque total en este país nadie va a parar a la cárcel;  y en esa ausencia de límites, la ambición humana va naturalizando cada día un poco más la corrupción a todo nivel. Tanto es así, que cuando nos roban terminamos agradeciendo que no nos hayan matado; como si la especial consideración que han tenido al no quitarnos  la vida hiciera desaparecer como por arte de magia el acto delictivo en sí mismo.

Negamos los abusos porque algo habrá hecho para merecerse el grito, el golpe, la violación o hasta inclusive la muerte; pero eso sí: somos los primeros en defender la vida y el medioambiente, algunos hasta veganos y religiosos podemos ser; somos humanos casi perfectos para conquistar la tecnología y los grandes descubrimientos; pero estamos colmados de contrariedades, prejuicios e hipocresías. Les vamos transmitiendo a nuestros hijos esta trastocada sensibilidad que nos va saqueando hasta los valores más elementales con los que necesariamente deberíamos nutrirnos para ser las personas de bien, que tanto exigimos en los otros.

En este caos interno y social siguen corrompiéndose generaciones, convirtiéndose en políticos desalmados que desconocen lo que es la vocación de servicio; el cambalache pasa a ser la mejor opción; permitimos que nos destraten en la mayoría de los establecimientos públicos con una indiferencia muda que algunas veces termina matando (y es literal) frente a la desidia de quienes no tienen otra respuesta más que asistir puntualmente a cobrar sus haberes… incumpliendo todas sus responsabilidades, cada uno de los días del año; bajo la mirada distante de un pueblo que aún hoy sigue eligiendo no meterse.

Es entendible;  no todos vinimos a este mundo para cantar /bailar o hacer política; pero todos vinimos a este mundo para ser mejores personas;  todos participamos como  sujetos en la creación de la realidad (añadiéndole o quitándole) el color, la moral  y la pasión con la que transitamos los días.

Asistimos a un penoso ciclo de crisis mundial del que no escaparemos hasta que no aprendamos a ser más humildes, solidarios, respetuosos y considerados con quien tenemos a nuestro lado, aceptándonos como humanos distintos y defendiéndonos como verdaderos hermanos. Solo el amor puede salvarnos de seguir sobreviviendo en esta guerra innecesaria, donde  a diario perdemos  gente de buena fe  a cambio de la ambición desmedida y descorazonada de unos pocos que nos dirigen desde un escritorio de cristal, sin poner jamás un zapato en el barro.

Y si nos empoderamos con el mejor titulo que podemos tener, que es el de ser mujer y nos volcamos  seria y decididamente a involucrarnos en el mundo político con el afán de ocupar espacios que genuinamente nos corresponden y desde allí le demostramos al mundo que merecemos muchísimo más de lo que hoy supimos conseguir? Y si dejamos de ser las quejosas, políticamente incorrectas para tanto machirulo engreído y los embriagamos con la sutil magia de nuestro encanto femenino?...  Y si,?... Y si,?...  

Pero qué pena que seguimos atadas a nuestros ombligos!

jueves, 23 de abril de 2020

Con el Olivo de mi Negrita, todos los males se quitan...


Mi madre, una nativa pampeana con pretensiones de ser una cacique encumbrada por su procedencia  de una tribu ancestral indígena de los Coliqueos  (mapuches); tenía para todas y cada una de las situaciones contrarias a su deseos o que entendiera negativas para su armonía familiar, una mágica solución: el olivo.

Llegó a vivir a “La Plata” muy joven con su familia perseguida políticamente, prácticamente exiliada de su “Los Toldos” natal a refugiarse en un conventillo (antiguas viviendas urbanas colectivas), y necesitando imperiosamente trabajar, sin poder estudiar, se dedicó al arreglo de medias de nylon, oficio que le enseñara una amiga de su tía; sin existencia en la actualidad,  ya que hoy cuando se enganchan y se corren, se arrojan sin más a la basura.

Tejiendo hilachas, quemando hojitas de oliva y fumándose la ansiedad, iba construyendo sueños la Negrita (así la llamaban de pequeña y por siempre). Armó su familia con la valentía de una leona pura sangre aguerrida, como pudo, con exagerada austeridad pero con un entusiasmo, que jamás nunca supo de depresiones, ni de grandes tristezas. Lo que para ella era un deber ser, no se cuestionaba, lo hacía y punto; las justificaciones y pretextos no cabían en su ojeada oscura de pureza sin igual. Un buen marido, dos hijos, trabajo y a ganarle a la diaria con salud y prosperidad!

Yo crecía sin entender de donde salía esa rama embrujada, hacedora de milagros y cómo era posible acercarnos la bendita providencia con solo rodearnos de su oleo o su humo. Más aún, cuando esa planta sagrada no estaba en mi casa y ella me pedía a menudo; -cuando seas grande y ganes tu dinero me vas a regalar un olivo para que yo me pueda sentar a tomar mates bajo su sombra? –para que cuando me jubile pueda enseñarle a juntar aceitunas a mis nietos… Solía manifestarme con alegre ensoñación.

Si los malestares provenían del abdomen o de un soberano atracón, llegaba inusitadamente la aplicación del emplasto; que era el ritual pediátrico por excelencia, untarte el vientre con aceite de oliva, sobre eso se acomodaban prolijamente unas hojas de acelga sin pencas (las partes más tiernas) y por último con una venda ancha y larga, te fajaban casi como a una momia desde la noche a la mañana. Situación sumamente incómoda, extraña e inmovilizadora a la que te terminabas acostumbrando finalmente por la cotidianeidad de la práctica. Sus argumentos eran que el unto actuaba como protector digestivo y hepático, mientras la acelga absorbía la fiebre estomacal generadora de los dolores. Lo mejor de todo esto era que después de la experiencia ya estabas listo nuevamente para poder devorar las golosinas con las que ellos te premiaban cuando volvían del trabajo. Para mi madre la única razón posible para hacer dieta y comer sano era sinónimo de adelgazar, hábito del que quedábamos exceptuados los niños y a decir verdad, los grandes practicaban muy poco.

Si el invierno era muy duro, había que proteger los bronquios para no enfermarse y allí el aceite de oliva en pecho y espalda; y sobre él un papel para evitar que el frio ingrese a los pulmones y que la sudoración se seque en el cuerpo (se entiende perfectamente que esta era la comprensión de la realidad que mi madre tenía, seguramente transmitida por sus ascendientes). Este mismo proceso se hacía en las plantas de los pies, antes de ponerte las botas de agua, cuando acompañaba la lluvia.

A todo esto, mi padre, que era un gordo gruñón muy bello, que traía el mar en sus ojos (de sólo mirárselos podías verle el alma), se quejaba de continuo porque aquí el poco cultivo de olivo existente era artesanal y todo lo que de grandes olivares españoles provenía era muy costoso; especialmente teniendo en cuenta la precariedad en la que vivíamos, lo muy cuesta arriba que se nos hacía la diaria subsistencia y lo mucho que mi Negrita dependía del óleo y sus derivados para llevar a cabo sus ceremonias. A veces lograba hacerlo claudicar en sus protestas, manipulándolo con la pena de ofrecerle a cambio renunciar a su comida; porque claramente lo que no podía faltar en su hogar era el olivo, con el que aderezaba las ensaladas, sanaba los cuerpos y limpiaba las auras.

Si el mal era económico había que llevar una hojita de olivo en cada zapato para andar derechito y pisar firme; y otras en la billetera junto a un papelito con el símbolo del infinito dibujado, como imanes de abundancia. Esto para nosotros era como lavarnos los dientes, de uso diario porque la necesidad de mejorar los ingresos y con ellos la calidad de vida era una primerísima necesidad, a Dios gracias con la salud la piloteábamos bastante bien. 

Cuando los problemas eran de amor, no faltaban las dos aceitunas sobre una cucharada de miel con pétalos de rosas, junto con una velita roja en la que se escribía el deseo con un alfiler; se la encendía y cuando se terminaba de consumir, había que comerse las dos aceitunas, inspirada intensamente en lograr que se cumpla el pedido, casi como una meditación guiada. Estaba prohibido comer una sola aceituna, debían ser, como mínimo dos; así se representaba la generosidad de tener en cuenta al otro, de compartir, evitando el egoísmo del para mi solito.

Todo esto sin contar que los viernes, rigurosamente,  había limpieza energética de la casa. Quemaba incienso o palo santo con el que sahumaba cada uno de los rincones, mientras con una ramita de olivo los golpeaba seis veces a cada uno, en forma de cruz, como exigiéndoles la liberación de los malos espíritus y con ellos la mala onda circundante. Abría todas las ventanas para que pudieran ser expulsados en el rito y seleccionaba de sus discos de pasta, una melodía lo suficientemente intensa con la que sentía que los echaba a la calle.

Ahora que lo pienso a la distancia, qué locura tan hermosa tenía mi madre! Cuánta sabiduría disfrazada de hechicería habitaba en lo profundo de sus deseos. Tanto manual de autoayuda grabado en sus plegarias. Hoy que me puedo cansar de leer acerca de las propiedades y beneficios del olivo, del incienso y del palo santo; del significado de paz y luz de sus ramas; de la suerte, prosperidad y fecundidad de tener un árbol en la casa; ahora, ella ya no está para poder compartirlo. Ella que no dejaba de festejar cada Pascua la resurrección de Jesús, colgando en alguna pared de la vivienda una ramita de Olivo que representaba dicha victoria. Ella, la que preparaba los más exquisitos escabeches.

Por las noches me invitaba a que leyera artículos de una enciclopedia con muchos tomos que me había regalado, llamada: “Lo sé todo” que explicaba claramente sobre una gran variedad de temas. Aprendí a leer desde muy pequeña y ella que contaba con tan poca preparación escolar, se deleitaba escuchándome e impulsándome a que cada día me superara un poco más, y así fue que me contagió sus ganas de ser mejor persona, de aspirar a vivir dignamente del trabajo o la profesión elegida; ser humilde, solidaria y empática. Aún recuerdo un texto sobre mitología Griega que narraba cómo la Diosa Atenea con la punta de su lanza hizo brotar un olivo en el centro de Atenas; ciudad en la que Zeus ofrecía su dominio a quién le presentara el obsequio más valioso para la humanidad. Poseidón (Dios de los mares), le regala a Zeus un caballo por considerarlo un animal fuerte y capaz de colaborar en muchos quehaceres con el hombre, aportándole fuerza y fidelidad; y competía con Atenea que le entrega como presente una rama de olivo y con ella representada la longevidad, la nutrición, la combustión capaz de iluminar las noches y el aceite para curar las heridas. La rivalidad fue ganada por Atenea quien galardonándose con la supremacía del lugar se convirtió en la protectora de Atenas.

Escribir sobre nuestros recuerdos los resignifica; redefine y consolida la identidad, fortificándola para atravesar las repentinas oportunidades, mejor entendidas como crisis, que se instalan sorpresivamente en nuestros días. Por eso la importancia de mantener vivos esos primeros olores, sabores y amores; porque nos regresa a la seguridad afectiva de mamá, donde nada nos podía dañar, donde el miedo se moría de fastidio porque la protección de su abrazo lo hacía desaparecer; donde “la fe” era más importante que “el tener”, porque Dios siempre proveerá, con olivo o sin él, siempre estará allí, como mamá.

La voracidad con la que transcurren los tiempos jóvenes, con sus idas y vueltas; nos tele transportan de un lugar al otro con la sana ambición de mejorar, cumplir responsabilidades y salir adelante, se nos esfuman los momentos… y en el camino nos vamos perdiendo la comprensión de esas costumbres tan arraigadas a nuestros queridos ancestros. Y aunque creamos que no las entendimos; que la conciencia no las reconozca como verdaderas, aunque hayamos sentido la incomodidad de la ridiculez, alguna que otra vez, y aunque estemos convencidos que no hay ciencia que lo afirme; yo de algún modo sigo honrando a mi madre y su cultura con la adoración que supo transmitirme por los olivos, sus ramas y sus frutos. Hay una parte de mí, sin espacio ni tiempo, que se siente embriagadamente atraída por el amor a mi Negrita y a todo lo que con ella venía. Y si bien no llego a su extremo chamánico, conservo sí el gusto en seguir eligiendo el olivo para las comidas y en los esenciales para la hidratación de la piel.

Hace un par de años conseguí un arbusto pequeño pero muy bonito que planté en el parque de mi solar; oliva que cuido afanosamente mientras repaso mentalmente algunas de estas historias. Entretanto a mi madre la siento disfrutar, orgullosa de mí y de su aroma en el aletear de algún picaflor o mariposa.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Hijos son hijos...




Mi corazón no encuentra una manera más fluida de expresar su sentir, que a través de las letras…

Duele, sangra, se reanima y vuelve al ruedo; bombea en todas y cada una de las frecuencias, renegado de impotencia se retuerce frente a tanta violencia social desmedida. Violencia que partiendo de las lenguas más filosas y quizás menos encumbradas, se erige gritando a viva voz “CON MIS HIJOS NO TE METAS”, entre tantas otras maldiciones que tapando el egoísmo y la hipocresía aparentan el mejor de los status.

CON MIS HIJOS TAMPOCO TE METAS!  grita la tierra…

-yo tengo hijos negros, chinos, gays, indios, bolitas, perucas, travestis, narigones, discapacitados, millennials,  enanos, dementes, cartoneros, canas, artistas, vagabundos, de derecha, de izquierda, humanistas, ecologistas, investigadores, católicos, evangelistas, umbandistas  y ateos; blanquitos de ojos azules,  villeritos con los mocos colgando, modelitos de pasarela y gordas con calza; hogares en donde se huele a sushi con la flauta mágica de Mozart y otros de los que sólo sale humo con el agite de los pibes chorros… y un sinfín de hijos más; además de los desaparecidos, los abandonados, los adoptados, los abusados, los malvivientes y los muertos.

Y absolutamente todos compartimos el mismo cielo en esta tierra; somos bastante más que K o M, compartimos también el desgarro de aguantarnos a poderosos que en nombre del bien común que nos debieran prodigar, cometen a diario injusticias que nos degradan,  matándonos a todo nivel: corrupción, discriminación, indiferencia, faltas de todo tipo, negligencia, ausencia; y eso también es violencia que engendra y contagia más violencia;  eso también atenta contra todos los hijos de la tierra; porque los designios del destino no distinguen de clases sociales y sucede que en cualquier momento y por cualquier misteriosa causa, podemos terminar estando en las manos de esos mismos hijos ajenos que tanto despreciamos.

Enseñemos a nuestros padres, hijos, hermanos, parejas, vecinos y quien necesite saberlo, a convivir sana y respetuosamente con las diferencias; a no marginarnos más de lo que ya cada uno por propios complejos se autodiscrimina.

Ser respetuoso con quien es distint@, no te obliga a pensar o sentir como él o ella, ni siquiera a festejar sus elecciones de vida, simplemente te eleva a la calidad de ser buena persona. Ver una película es distinto a vivir una historia; no está bueno andar tan ligero de lengua, cuando ni siquiera intentamos probarnos los zapatos  del otro. 

No temas contagiarte con las mismas variedades que tan caprichosamente menosprecias; no hay nada más contagioso que la violencia y a esa por lo visto no le temes para nada…  Los hermanos sean unidos!


martes, 13 de noviembre de 2018

La expedición de cinco lágrimas



Nunca supe muy bien si las gestaba una herida, el recuerdo de un alma ausente, el dolor actual de la frustración nuestra de cada día o simplemente esa extraña sensibilidad que padecemos quienes nos animamos a creernos hacedores de algún arte.

Pero sí se con certeza, que en ese proceso de parir lágrimas, la tristeza va pateando cada esperanza que surge,  va sacudiendo las risas hasta  estrellarlas contra el helado hueco de la nostalgia.  La apatía que no puede lidiar más con su suerte, se acurruca contra esas pequeñitas gotas de sal y les insufla la pizca de aliento con la que sobrevivía.

Así se acomodan como en fila india, tomando distancia con un manojo de cerdas, dispuestas a fregar cada centímetro de víscera que encuentran a su paso; a pulcras nadie les puede ganar, llegan bien hasta el fondo y hasta que no remueven el suspiro más acongojado, no dejan de hurgar.

Las tres primeras son las más urgentes,  las que venían preparándose desde hacía tiempo sin poderse asomar;  la barrera de la censura las volvía una y otra vez para atrás. Regordetas ellas, cargadas de hastío, cualquier emoción las hacía tambalear.        
De las tripas, al corazón viajaban en primera, se estacionaban por un rato oprimiendo  el músculo  hasta la angustia y con el solo empuje de los latidos se dejaban deslizar a la garganta, donde devorándose toda la tribulación que acumulaba  el silencio, terminaban explotando en un sollozo que aún así no las dejaba caer al vacío.

Presas de imágenes afligidas, ávidas por intensificar la emoción justa que pudiera eyectarlas, piden regodearse con las letras de las canciones más lacrimógenas del romanticismo estoico; y si a eso, le podemos sumar alguna que otra toxina inspiradora; entonces y sin pedir permiso rodará la primera, desconcertada y disculpándose en surcar la mejilla. Antes que la puedan secar, llegaran las otras dos secuaces, a mostrarse con todo el desparpajo  de quien se enorgullece en exhibir  su vulnerabilidad.  

Esa caída desprolija y aplomada que rápidamente las manos  quieren ocultar, en pos de fingir una fortaleza que excede a cualquier humano.  Las secamos aunque su color ya tiñó el momento de una lúgubre pesadumbre, mientras los ojos ajenos se giran para consolarlas y ellas siguen prefiriendo la soledad para desintegrarse sin mucha vuelta ni cuestionamiento y encima con pretensiones  de escribir…

Las últimas dos son el sosiego, da placer sentirlas rodar como si dibujaran crisálidas en su andar; con la convicción de estar pasando por las agitadas contracciones que suponen salir del capullo a un nuevo tiempo;  instantes que se esperan de felicidad; porque la dicha es esa sucesión de momentos que deseamos interminables aunque su envase lleve impresa la fecha de caducidad.

Entre la excursión de las lágrimas y una renovada sonrisa se necesita imperiosamente una exuberante dosis de amor en todas sus formas; porque sólo a partir del amor es posible volver a gestarlas.


¿Volvemos?


Fuimos  y vinimos
muchas veces, sin pensar;
nos amamos con un  fuego
imposible de  apagar.

Juntos: el amor más puro;
alejados: inquina  total.
Y sin embargo al tiempo,
nos volvemos a buscar…

Conexión  inexplicable
que no surge del azar,
no se encoje, ni se gasta,
ni le importa el qué dirán.

Fibra que baja del cielo
y viene del más allá,
amarrándonos las almas
en un sueño sin final

Que imán tan fuerte los cuerpos
que no pueden despegar
de sabanas encantadas,
lujuriosas por demás.

Corazones que armonizan
con galope similar,
jugando como los niños:
al siempre, nunca,  jamás…

miércoles, 24 de octubre de 2018

Desde mi ser


Me aborda la idea de la donación de órganos desde un rincón interno de máxima sensibilidad, como un deseo insistente de generar conciencia, ahondar el entendimiento y mitigar el dolor...

Mi reflexión apunta a cada uno de aquellos que habremos de jugar un rol ante este desafío, en un intento de sentir en lo íntimo de mi ser, lo mismo que hará vibrar la profundidad de la conciencia de cada uno de ustedes. Les pido entonces, que acepten esto que pretendo expresarles como la revelación de una confidencia que, a la vez, es casi una oración profana.

Pienso en el medico que habrá de decidir, casi siempre con urgencia, si el donante esta vivo o esta muerto, y me apiado de él. Es quizás más de lo que podemos exigir a un ser humano. Por eso pido por él, no tanto por el médico, sino más bien por el hermano enfrentado con dilemas que exceden largamente su dimensión profesional. 

Pienso en el enfermo que necesita un órgano, y en sus familiares; en cómo será el tiempo de espera, cuál habrá de ser la calidad de ese tiempo de dependencia del prójimo que quiera compartir con ellos la aventura de la vida y de la muerte. Y pido por ellos. Pido por que si se salva esa vida, sea dedicada a completar el aprendizaje que este transito terrenal nos propone. El donante, ya en otra dimensión, recibirá de este modo el mejor homenaje.

Pienso en el donante, y admiro su coraje. Y reverencio su fe en la Ciencia. Pido que no sea defraudado; no hay pena capaz de saldar los delitos contra el alma. 

Pienso en el indeciso. Pido respeto para él, porque nadie tiene derecho a cuestionar lo que cada uno decide hacer con su cuerpo, con su vida y con su muerte. 

Pienso en el indiferente. No me siento capaz de censurarlo, quizás porque estoy convencida de que hay un tiempo para todo. Por eso pido por él paciencia y comprensión. 

Pienso en los investigadores científicos. Y también pido por ellos, para que no dejen de buscar hasta encontrar la manera de que no sean necesarios los trasplantes; aunque esta invocación parezca un contrasentido. 

En esencia, lo que estoy pidiendo es cada vez más luz para las mentes esclarecidas, para los espíritus tenaces y para los corazones desbordantes de amor de nuestros hermanos investigadores; siento desde mi fe, que no puede estar lejano el día en que la ciencia nos asombre una vez más con un nuevo avance en la preservación de la vida, que haga de esta maravilla de los trasplantes una honrosa memoria en el archivo de nuestra estirpe. 

Pienso en Dios, en el Dios que cada uno tiene, a veces a pesar suyo. Y a Él le pido todo lo que pido para cada uno de nosotros. Luz, mucha luz para todos, especialmente para acelerar la fuerza incontenible del amor que, en última instancia, es el sentimiento que hoy me impulsa a compartir esta inquietud con ustedes.

lunes, 12 de junio de 2017

La travesía de Marce al mundo!

Ya estamos en las librerías de España con la edición de Chiado!




Y en Internet en formato virtual ebooks en las mejores plataformas digitales:





miércoles, 17 de mayo de 2017

Sueños de radio...


Las musas se enamoraron perdida y caprichosamente de ti…

No tienen el menor deseo de atenderme, ni la mínima voluntad de guiarme en este laberinto de emociones que supone amarte. Me sonríen a lo lejos colgadas de tu cuello, sin la intención de volver a la vena sombría de mi corazón, en donde baten las letras que sólo saben de textos y pretextos agridulces que me enaltecen el ego y me ensalzan la razón.

Definitivamente prefieren la ternura de tu voz susurrándome al oído; elijen las ganas de tus manos de aferrarse a mi piel, se encantan con tu determinación de permanecer en mi alma y se fascinan con el brillo de tus ojos que imaginan despertar a mi lado.

Intercambiamos puntos de vista entre lo casual, lo causal, entre el encuentro del destino y esta más que feliz coincidencia; filosofamos sobre la ética, los sueños de radio y la paz… un descuido de mi mente que se quedó colgada de tu llamado y se esfumaron sigilosa y nuevamente contigo.

Aunque en total rebeldía, después de un par de horas, logro regresarlas a mi mundo; pero algo sucede que la música sacude  tu melodía  y ellas embelesadas con tu presencia vuelven a perpetrarse  contra tu pecho conmemorando otro día más de magia.


Así les fluye la vida en la espera; empujando a los días para que corran desquiciados a nuestro abrazo… y te juro que las entiendo… porque a mí me sucede exacta y felizmente lo mismo!

sábado, 11 de marzo de 2017

Una advertencia tardía

Tus labios se balancearon con la crepuscular intención de estremecerme en un beso, pero mi pecho,  herido de sinsabores se replegó en la defensa. La complicidad del silencio una vez más se cobró las razones y dejaron de importar otras pasiones, sin cariño siquiera de consuelo para los corazones hastiados de ausencias que siguen naufragando perdidos por el mar de los sueños.

Rehusar el encuentro y sentenciar la potencial comunión es como un mero mecanismo de adaptación defensiva contra la vulnerabilidad de seguir cayendo en sucesivas historias que pretendiendo justificarse en el infortunio de la soledad se terminan diluyendo en la nada disfrazada de compañía.

Esperar por un amor que lo trastoque todo termina siendo una advertencia tardía sobre el desamor que una vez más nos sacudirá al espanto.

Queriendo evitar la angustia de esta apatía; que amenaza ilusiones construidas bajo el imperio de un prototipo que solo existe en mi juicio, particularmente adiestrado para las utopías; sobrevivo al insomnio, celebro las despedidas y sigo con la inquietud de ir andando con la ternura desvencijada por la vida. 

martes, 30 de septiembre de 2014

Soneto a Camilo


Pequeñito amor que en esta vida
me haces feliz abuela otra vez,
Traviesa la mirada en guarida
 con ojitos de oscura candidez.

Gestos que enamoran de ternura,
energía que emana por doquier,
Sonrisa de tamaña preciosura,
con requiebros de pura intrepidez.

Subyugador de toda la dulzura
alborotada en una carcajada,
superpoderes para la aventura

Con puños fuertes de chocolatada,
hombrecito araña en miniatura
que tienes mi alma enamorada.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Andando


Soy libre como el cielo
Y clara como el mar,
Me ahogo en tu mirada
Y revivo en tu sal.

Soy tenue cual la luz
Que acaba con el día,
E intensa como el fuego
Que arde en tu volcán.

Fundida en la inocencia
De la Diosa perdida
Sorprendida en la hazaña
Del que nunca vendrá.


Nada busco más que hallarte,
Solo tienes que encontrarme;
No resisto otra promesa,
Ni acepto otro pretexto
Que no tenga como finalidad
El amarme…

Alado huracán de pasiones
Que regurgita ternuras
Y socava madreselvas.

Arlequín que pretende
Beberse de un sorbo el mar
En cada beso de despedida.